No puedo más que estar agradecida por la invitación que nos hicieron del hotel Corralco, Resort de Montaña, que está en Malalcahuello. Lo pasamos realmente bien porque el hotel está inaugurando su temporada de verano por lo que tiene muchas actividades que pueden ver aquí, y que nosotros pudimos comprobar en terreno.
Con Arsenio y Rafita partimos desde acá y los tres solitos porque mis otros dos hijos ya estaban en el sur, pero en la casa de mi mamá. Menciono esto porque fue un viaje full regaloneado con Rafita, que es el más chico, entonces nos fuimos conversando, contando cuentos, hablando de aviones y todo eso. Lo pasó muy bien durante el vuelo, lo que alivió un poco porque los que tienen hijos saben que viajar con niños puede ser muchas veces un viaje directo al infierno —se aburren, vomitan, se marean, mueven el asiento del de adelante y la gente se enoja, lloran a destajo, en fin—. Además, aproveché de dormir porque como tengo una lesión en la espalda, estoy tomando hartos remedios para mitigar un poco el dolor.
Cuando llegamos a Temuco, nos encontramos con los niños y nos fuimos en una van que nos llevó hasta el hotel en Malalcahuello. Es impresionante el camino, ver la vegetación que hay, la tranquilidad que se respira, el color del cielo y los aromas que hay. Como que miras por la ventana y automáticamente te relajas y te desconectas de lo que estuviste haciendo hace un par de horas atrás, como que la naturaleza te hechiza y quedas en otra automáticamente. Es bacán. Bueno, la cosa es que llegamos al hotel, nos encontramos con el grupo —donde había uno que otro famosín— y nos fuimos a nuestras piezas que eran exquisitas. Todo era muy rico, muy acogedor. Las comidas eran ricas y las personas muy cariñosas. Con tanta atención prodigada nos fuimos a acostar muy redondos y felices.
Al día siguiente nos fuimos de treeking, pero apto para niños. Mientras los adultos se iban a una caminata par ver los cráteres volcánicos —que igual teníamos ganas de conocer, pero como andábamos con los niños no podíamos—, nosotros nos fuimos a conocer una araucaria milenaria. Era tan, pero tan antigua y había resistido a condiciones climáticas tan brígidas —hasta sobrevivió estoica a un incendio, según nos contaron— que tenía una especie de cueva por dentro. Me dio mucha risa porque acá fue donde Rafita, que en todas las fotos sale apestado y con cara de poto, empezó a hacer muecas. Eso me pone muy contenta porque se nos viene un verano de caras más felices para la foto, en contraste con la Luisa que sigue con su sonrisa de catálogo inmutable y su buen carácter que de verdad es un regalo divino —espero que en la adolescencia se mantenga y no cambie :). Después nos fuimos a las termas, pero antes pasamos por un fogón, donde comimos exquisito.
Aquí sirviéndonos una cosa poca, muy poca. <3
Para el segundo día nos tenían preparada una visita al mirador de los volcanes. No pudimos ver muy bien el paisaje porque estaba mega nublado, pero nos dio un poco lo mismo porque empezó a llover y nos mojamos y los niños se entretuvieron mucho con eso. Para ellos todo era una aventura muy al estilo de Indiana Jones Vulcano estail, así es que aperraron con todo. Tanto caminar igual nos tenía un poco cansados, así es que a la vuelta nos fuimos directo a la piscina temperada que fue nuestra felicidad máxima. Quedamos mega relajados y nos vinimos flotando como si fuéramos algodones de azúcar. Lo pasamos tan bien que reitero las gracias al hotel por la invitación y si pueden pegarse una escapadita para allá, lo recomiendo ciento por ciento. 🙂
Estas dos últimas fotos las tomó el bueno de @jc_elgueta
Mención especial número 1 a Pedro Carcuro, quien también era parte del grupo de invitados, y que accedió en reiteradas ocasiones a sacarse fotos con mis niños, que son fanáticos del fútbol y que algún día me agradecerán haberme comportado como grupie. Y mención especial 2 para mi amada Luisa, que se anima a hacer manualidades en cualquier parte y, en vez de complicarse, las disfruta. La amo. <3
