«Ser mamá es una inyección de creatividad», en Revista Vanidades

«Ser mamá es una inyección de creatividad», en Revista Vanidades

Tiempo: Horno: Dificultad:

Dificultad:

«Ser mamá es una inyección de creatividad», en Revista Vanidades

Para ver la entrevista, haz click aquí.

Famosa por su talento para la cocina y las manualidades, y con seis libros bajo el brazo, esta locutora de radio y conductora de televisión, es también mamá de tiempo completo. Fiel a su personalidad inquieta y completamente apasionada por sus hijos, hoy está feliz esperando la llegada de Virginia. “Lo único que quiero es ‘chochear’. Quiero vivir esta maternidad desde el regalo de tener una hija más”, afirma.

Desde hace varios meses que la idea de un cuarto hijo rondaba en la cabeza de Virginia Demaria (37). Niños ya más grandes e independientes, de entre 4 y 10 años, y su potente carga laboral le hacían dudar si era el minu- to correcto. Tanto le dio vueltas que finalmente concluyó que ese cuestionamiento era porque tenía ganas de ser nuevamente mamá: “Una tiene que escucharse a sí misma, y estaba segura de que si no lo hacía después me iba a arrepentir”.

Frente a esas ganas decidió junto a su marido, el ingeniero comercial Arsenio Molina, que el 2018 era el año, pero no fue una decisión fácil. “Tuve que convencerlo porque él estaba muy cómodo con los tres niños que tenemos: Luisa (10), Arsenio (8) y Rafael (4). Yo soy de embarazos fáciles y eran tantas las ganas de tener otro hijo, que para convencerlo, tenía preparado todos los argumentos frente a sus aprensiones y dudas”, recuerda la chef.

El plan original era quedar embarazada después de las vacaciones, ya que durante casi un año habían organizado un esperado viaje familiar al Sudeste Asiático. “Nos gusta recorrer diferentes lugares y que nuestros hijos conozcan y experimenten otras culturas. El primer viaje fue a Trancoso y, al año siguiente, a la Isla de Boipeba, también en Brasil. Le agarramos el gusto al viaje familiar, pero al ritmo de nosotros. Nos gusta nuestra intimidad”, afirma Virginia.

Pero la vida le tenía preparada una sorpresa. En enero se dio cuenta de que ya tenía un mes de embarazo y el viaje tuvo que ser modificado quedándose solo con la primera parada del tour: Australia. Para la pareja no era un lugar al azar. En ese país fue donde comenzó su aventura de ser papás y la maternidad de Virginia. Luisa tenía un mes y medio cuando se mudaron a Sydney, y para la chef fue el mejor ejercicio que la vida pudo darle. Para ella, Chile es una cultura donde, cuando tienes un hijo, te ayuda tu mamá, la tía, la hermana, y finalmente, esa forma de apoyo es la que dicta cómo hacer las cosas.

Virginia está convencida de que este reciente viaje por Australia quedará grabado en la memoria de sus hijos. Para ella y Arsenio fue reencontrase con una cultura que les volvió a confirmar lo amigable que es con los niños, con entornos pensados para vivir y compartir en familia. Por su parte, los más chicos del clan, aprendieron a surfear, jugaron con koalas y pasaron gran parte del día en el mar. La única que no lo pasó bien fue la propia Virginia, quien padeció de todos los malestares propios de los primeros meses de embarazo. “Nunca había vomitado tanto. Me sentía tan mal, que estaba segura de que sería hombre, ya que con mis dos últimos hijos había sentido los mismos síntomas. Fue una sorpresa cuando me dijeron que era mujer”, confiesa feliz y asegura que si bien le daba lo mismo lo que fuera, en su interior quería una partner para Luisa.

BIENVENIDA VIRGINIA

Apenas sintió los primeros síntomas, Virginia le pidió a su marido que la llevara a una farmacia para comprarse dos test. Para que no tuviera dudas, inmediatamente aparecieron las líneas que confirmaron el embarazo, mucho antes de lo planificado. Junto con cambiar todo el itinerario de las vacaciones Virginia tenía que anunciarle a sus tres hijos la llegada de un cuarto hermano. Fieles a su estilo cada uno reaccionó de manera distinta. “Luisa estaba feliz, gritaba contenta, muy emocionada; Arsenio, como buen hijo hombre fue más indiferente; y Rafita, el más chico, no quiso saber del tema”, recuerda entre risas.

A pesar de los malestares que ha sentido durante estos cuatro meses, la chef confiesa que ha disfrutado al máximo este embarazo: “Esta guagua será superdistinta a los tres anteriores. Será una nieta, de frentón el concho”. Y de eso ella sabe bastante, ya que es la menor de cinco hermanas mujeres.

¿Cómo fue para ti ser el concho en tu familia?

Siempre he dicho que, a parte de mi mamá, tengo cuatro mamás más. Fernanda es mi colador mental, me traduce lo que pienso y pone palabras a lo que quiero decir; Lela logra sacarme una sonrisa y no me deja de impresionar porque todos los días tiene una pasión distinta; con Marcela ya nos encontramos como amigas y no en su rol materno-paterno que inevitablemente asumió cuando murió mi papá, y finalmente Ale, que es mi mejor amiga. Son un gran ejército femenino de madres.

¿Te gustaría que tus hijos tuvieran esa relación tan cercana?

Es muy distinto ser solo mujeres y perder a tu papá a los siete años. No puedo imaginarme cómo puede ser tener un hermano hombre. Por su edad, mis hijos muchas veces pelean, pero si no están juntos lo único que hacen es preguntar en qué está el otro. Si le compro algo a Luisa, inmediatamente pregunta qué le vamos a llevar a su hermano y lo mismo al revés. Ellos saben que para que el puzzle esté completo tenemos que estar todos. Si falta uno lo sienten. Tienen un vínculo muy cercano.

¿Cuáles son los nervios de estos primeros meses de embarazo?

Me encantaría saber qué cara tiene. Saber si va a ser como yo, que cuando niña era como un bulldog francés o si nuevamente el gen de mi marido va a seguir marcando la pauta. Yo creo que va a ser muy regalona y va a hacer lo que quiera con nosotros por un buen rato. Tendremos que saber sacar las energías que se van perdiendo cuando eres papás más viejos y habrá que ponerle el mismo empeño en la crianza. Aunque me va a dar lo mismo si se duerme en brazos o si se toma una lechecita más: me la quiero regalonear a concho.

¿Cómo fue tu reacción cuando te dijeron que era mujer?

De verdad fue insólito. Era imposible. Me había sentido tan mal, igual que con mis dos embarazos anteriores que, conversando con mi ginecólogo quien me examinó, me dijo que quizás era hombre, lo que yo tomé como una certeza. Gabriel o Tomás eran los nombres que me gustaban y, junto con avisarle a todo mi entorno, me puse a tejer ropita de color gris. Cuando tuve la ecografía de los tres meses, me dicen que era mujer. Fue tan emocionante porque nunca me lo esperé. Sabía lo que iba a significar para Luisa que gritaba de alegría: “¡Es mujer!”.

¿Y qué sensación vino después?

Todas las mujeres que tenemos una hija, sabemos lo que significa. Más allá de ese goce que significa volver a jugar a las muñecas, que te nace la pasión por la cintita y la florcita, también es gratificante saber que otra te va acompañar. Otra más que me puede llevar a la colonoscopia cuando tenga 70 años (risas).

¿Por qué el nombre Virginia?

A mí me encanta. Me gustan los nombres antiguos, que no sean tan repetidos y durante mi etapa escolar, nunca tuve una compañera que se llamara igual. Incluso hoy, las dos Virginias que conozco son mayores. Cuando chica no me gustaba porque me molestaban con el betún Virginia. A veces pienso que puede ser una carga que nos llamemos igual, pero afortunadamente Luisa ya le puso un sobrenombre: Nina, es decir que ya tiene una identidad propia.

¿Cómo estás preparando su llegada?

(Antes de responder va su dormitorio a buscar una bolsa llena de suéteres y vestidos) Le he tejido de todo. Ahora que termino el último chaleco pasamos a la etapa móviles. Cada uno de mis hijos ha tenido un móvil hecho por mí donde tejo los animales que van colgando desde el techo. Después, seguramente vendrá el chal, y de ahí no paro. Para mí ser mamá es una inyección de creatividad. Saber que hay una vida creciendo dentro de mí me hace ser una versión aumentada de la técnica.

¿Cómo crees que será ser mamá a los 37 años?

Siento que estoy mucho más vieja y quizás por eso me he sentido tan mal (risas). Y eso que no soy vieja, partí muy chica teniendo guagua, pero siento que estaré más achacosa, que me va a doler más la espalda, andaré más molida, más cansada, tengo esas aprensiones. Me cuesta mucho bajar el ritmo y ahí vienen mis inquietudes, aprender asumir que hay cosas que tengo que dejar de hacer. Ser madre es olvidarse de uno, es el acto de generosidad más grande que como humanos nos toca vivir y en mi caso será dejar algunas cosas.

Hace unos días te fuiste de viaje con Luisa para celebrar sus 10 años. ¿Qué aprendiste de esa experiencia?

Más allá de la posibilidad de viajar con un hijo en particular, hay que darles el tiempo que necesita cada uno. Un tiempo especial. Ya sea en la semana llevándolo a un panorama los dos solos, hay que tener esa intimidad y no asumirlos como un conjunto. Cada hijo es demasiado distinto del otro.

¿Dónde encuentras esos espacios con cada uno de tus hijos?

Mi relación con Luisa es especial, porque somos muy parecidas y tenemos los mismos gustos e intereses: tejer, manualidades, comunicar. Nos conectamos muy bien. Con Arsenio, nos encontramos en el dibujo, ya que él posee un gran talento para pintar y crear historias. Y con Rafael somos más de piel. Aún no tenemos una actividad en particular, pero nos gusta abrazarnos y estar juntos.

¿Cómo se dividen en el tema de las tareas con tu marido?

No sé qué haría sin el apoyo de Arsenio. No tengo la rutina de estudiar con ellos. Él eligió como papá ese espacio y lo valoro profundamente. Todos los días se da una hora donde trabaja y estudia con los niños. Es una instancia muy enriquecedora, pero no sé si es el mejor panorama. A mí siempre me costó estudiar. Como tenía habilidades manuales, en el colegio era famosa por mis torpedos ultrapequeños (risas). Por eso yo arremeto con la parte creativa, de ayudarles a hacer la presentación, de inventar dinámicas con plasticina. Ambos padres somos un complemento para ellos.

Televisión, radio, tejer, manualidades, proyectos con marcas, libros… ¡¿A qué hora descansas?!

No soy mucho de salir, prefiero estar en mi casa. Comemos todos los días temprano, y en la mesa contamos algo bueno y malo que nos pasó durante el día. Después veo una película o una serie, siempre con los palillos en la mano, y los fines de semana nos vamos a la playa. Ahí nos desconectamos y tenemos una rutina familiar que es muy de nosotros y de disfrutar con cosas simples. Cada cierto tiempo, con Arsenio hacemos un viaje de pololos, solo para nosotros, donde recargamos energías, para volver al desafío diario de ser padres, hasta ahora, de tres niños.

Virginia sabe que, probablemente, trabajará hasta pocos días antes de que llegue su nueva hija, y volverá a las pistas antes de lo que todos esperan. Con seis libros publicados, ya piensa en un séptimo. “Esta guagua dio pie para crear el contenido de una nueva versión de Tejer es mi superpoder. Aparte de eso, en mi mente ya se están fraguando nuevos tomos de cocina y alimentación para niños”, adelanta.

En televisión ya sabe qué le gusta: enseñar y aprender. “Me siento muy cómoda con el formato de Plan V (canal 13C). Me gusta compartir lo que hago y que me compartan algún conocimiento. Esa nutrición de conocimientos diarios, es lo que más agradezco”, asegura.

Diariamente también está en radio, en el programa Ruta Oasis, donde conduce su propio espacio, A baño María. “Me sorprendió que solo con la audición, puedes generar que tus oyentes quieran comer”, afirma con gracia.

Ingredientes

Preparación

Materiales

Paso a paso

Datos